Recuerdo las palabras de mi viejo maestro antes de las vacaciones de verano. Terminaba así la escuela para llevarnos al instituto.
El maestro se apoyó en la mesa y miró a toda la clase de la que se iba a despedir para siempre:
“Vosotros os vais al instituto y yo me jubilo, queridos discípulos” dijo, como el que va a coger un tren hacia un destino lejano y prosiguió, “sed buena gente y no os olvidéis de este sabio consejo: Nos os arriméis a una cabra por delante, a una mula por detrás y a un tonto por ninguna parte” reímos como locos y salimos corriendo de clase. Fue la última vez que vi al viejo profesor.
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